La salud mental ¿no es prioridad?





Luego de que uno de nuestros senadores,  dejara dicho que“la salud mental NO es prioridad”, siento la obligación de dirigirme a aquellos a quienes éste susodicho representa. A quienes entienden que “todo está bien”, y que “aquí no hay problemas”, mientras se quejan de que “la calle está mala” porque la gente “está algarete”.



La salud mental es un asunto serio en la isla. Sin aburrirlos con evidencia estadística, lo único que pido es que piensen en las noticias locales. Una sociedad que supuestamente está mentalmente “estable” no ve tanto caso de violencia de género, abuso de pareja, negligencia, abuso (y prostitución) infantil, pedofilia, maltrato a ancianos suicidios, asesinatos, agresiones intencionales, criminalidad, y otros comportamientos alarmantes, además del desempleo, pobreza, educación limitada, y servicios de salud que no dan abasto. Hemos ido desarrollando un patrón de desensibilizarnos  al irnos acostumbrando a esto, y eso preocupa más.

Hace varias décadas atrás, un reconocido académico en el campo del comportamiento humano y social, entre las muchas aportaciones teóricas de su legado, explicó que como seres humanos, para poder alcanzar la “auto-realización”, se tenían que resolver las necesidades básicas primero (comida, albergue, seguridad). Analicemos cómo nuestra sociedad responde esta idea cuando “la incidencia delictiva en Puerto Rico todavía sigue siendo una de las más altas del mundo, como se señala en un informe de la INTERPOL...” (Enciclopedia de Puerto Rico), viendo que la misma representa una sintomatología social, indicando una alta necesidad de servicios de apoyo y ayuda.

Esto no significa necesitamos a un 99% de nuestra población en un hospital psiquiátrico. Significa que tenemos que abrir los ojos, ir más allá de los límites del estigma, ayudarnos, y trabajar para a tener una sociedad saludable. Somos muchos en un espacio limitado, y las herramientas necesarias para relacionarnos de la forma más positiva y considerada nos hacen falta.  El acto de desensibilizar nos ha ido corroyendo la empatía, y los retos del diario vivir (que producen ansiedad, coraje, frustración, miedo, etc.), resultan en una sociedad hostil, agresiva y con poca paciencia (o de “mecha corta” como dicen). Esto afecta nuestra salud mental individual, lo cual afecta nuestras relaciones de familia, sociales, y de trabajo. Luego, se sigue agrandando hasta afectar nuestra salud y estabilidad como pueblo.

En una persona, el comportamiento destructivo se entiende como una señal de estar pidiendo ayuda. Me pregunto ¿qué más tendrá que hacer el pueblo para que su señal sea recibida por sus líderes? Por eso les sugiero que, mientras lleven sus apuestas de que llegaremos a los 1,000 asesinatos antes de Diciembre 2011, analicen bien el mensaje que nuestra sociedad nos está enviando, y trabajemos al respecto.

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